Edward Burtynsky (Ontario, Canadá, 1955) es un fotógrafo cuya obra está dedicada a la documentación del efecto que el ser humano ejerce sobre
Este documental trata precisamente de eso: de las consecuencias que hemos creados ante la imposibilidad de cambiar el modo de entender la vida. No plantea la necesidad de ver si algo está bien o qué está mal, sino que ofrece preguntas y dudas que flotan en el aire a la espera de que uno mismo comprenda que sucede y entienda, qué consecuencias son derivadas de ellas. Todo está enfocado en un espacio que crece compulsivamente, que genera necesidades que satisfacer, que necesita que lo alimenten y al mismo tiempo, alimenta a los demás. Decidir si es bueno lo que se lleva a la boca o no, es otra cosa totalmente distinta.
El único modo de ver lo que Burtynsky quiere decir es observar los instantes y plasmar la realidad del momento, esa que es un poco convulsa y que a menudo, antepone una mano para que no se vea. No se trata de incitar a la rebelión, ni de abolir el sistema; sino de contemplar la huella que dejamos a nuestro paso y ver qué obtenemos realmente de ella.
Creo que tal y como están las cosas actualmente, la percepción que se tiene de la naturaleza y el entorno es como un bien de lujo con más de un 16% de IVA; algo a lo que se recurre cuando se consiguen unas vacaciones para alejarse de la banalidad urbana. Sin embargo, creo que hemos olvidado que somos una ínfima parte de ese concepto; de toda esa conjunción de elementos diversos que se complementaban en un círculo perfecto. Hemos transformado nuestro papel en otro rol del que apenas logramos discernir una función clara, salvo la declaración no muy bien aceptada de virus.
No creo que el hombre sea destructivo, o al menos, prefiero pensar inútilmente que no lo es al menos por naturaleza, sino que el tiempo ha causado estragos difícilmente reparables. Como todo lo que se toma por propio, la relación entre el hombre y la naturaleza dejó de ser mutualista para convertirse en un parasitismo desproporcionado; la hemos explotado, quemado, arrasado, violado, contaminado, mutilado y agredido hasta límites inhumanos, pero parece que eso da igual mientras un país siga en crecimiento, generando una riqueza volátil que no servirá para mucho cuando no haya de donde obtener. El visión del hombre es planificar para los años que se suceden, sin contar que desastres causen y cuan irrevocables sean. Al final, llegará un momento donde no habrá nada y ese concepto de naturalistas y ecologistas, sólo será una palabra en un diccionario o un recuerdo de lo que hicimos a nuestro paso plasmado en una fotografía.
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