La señorita de la taquita te mira como si fueras un bicho raro, o quizás es que no comprende como un viernes se puede malgastar dentro de una catedral, o que sea de la ciudad y no tenga porqué pagarle. Te tiende el papelito con una expresión extraña y tú, cámara en mano entras en la semioscuridad y el frío de la catedral dispuesta a dejarte el cuello fotografiando el techo (que a mí parecer es de lo más bonito de la catedral).
La mitad de las fotografías salieron ligeramente movidas pero me sirvió para descubrir el 3'5 de diafragma de mi cámara (cosa que sinceramente me salvo bastante el día) y entablar conversación con otro fotógrafo que rondaba por allí, aunque su cámara parecía mil veces más experimentada que la mía.
La mitad de las fotografías salieron ligeramente movidas pero me sirvió para descubrir el 3'5 de diafragma de mi cámara (cosa que sinceramente me salvo bastante el día) y entablar conversación con otro fotógrafo que rondaba por allí, aunque su cámara parecía mil veces más experimentada que la mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario