miércoles, 12 de mayo de 2010

--Reportaje sobre la labor profesional--











Mil gracias a mi padre por dejar que me colase en el taller y les diera una murga insoportable, supongo que nunca habían trabajado con una mosca cojonera revoloteando a su alrededor. Gracias a todos los demás trabajadores por dedicarme algunos de sus minutillos para explicarme el funcionamiento de las máquinas, las instalaciones y todas aquellas preciosas piezas de metal.

Al cabo del día descubrí que una máquina puede llegar a tener una consideración atípica. Cuando me fui comprendía porque mi padre solía decir que algunas máquinas son preciosas, al verlas funcionar; como pese a lo rudo de su aspecto y las manchas de aceite, grasa y demás porquerías, son delicadas y cuidadosas.

Gracias.

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