En determinados momentos, la perspectiva y el enfoque del propósito es el factor decisivo para un fotógrafo; es el mensaje y su contenido lo que implican tanto a la cámara como a la persona a transmitir una realidad que es a menudo, ignorada.
James Nachtwey (Syracusa, Nueva York, 1948), no plantea personajes en determinadas situaciones, sino que impone con crudeza la situación de muchas miles de personas y su contexto tal cual es: pobreza, guerra y conflictos religiosos, hambrunas y situaciones de trabajo extremas; las consecuencias del ostracismo al que están sometidas gracias a la vuelta de cara de sus gobiernos y los entornos políticos.
Hablar de fotografía de guerra es provocar a la sociedad a que vuelva la cara o al sumo, conseguir una expresión tan falsa e insustancial como la pena para acto seguido, seguir como si no hubiera visto nada. Nachtwey plantea su fotografía como una íntima necesidad personal, algo vocacional que debe hacer y a lo que se dedica íntegramente, sin que importe demasiado el precio a pagar.
Su fotografía, todavía en analógico, es cruda, real y cargada de un fortísimo impacto dramático y emotivo. Es precisamente esa proximidad que recalca Robert Capa lo que definen sus imágenes; el acercamiento a la realidad de esas personas, de su particular mundo lo que Nachtwey captura. Personas que se dejan fotografiar en momentos en los que personas de nuestro día a día verían como un acto falto de educación y respeto; gente rota por la guerra que siguen sufriendo las heridas de ésta o personas que, pese a las circunstancias, consiguen mantener intactos valores que a día de hoy, a buen seguro nadie lo entendería.
No es un mensaje para condolerse de esas personas, sino para que veamos qué es lo sucede; no busca que nos lamentemos por ello, sino el impacto de la cruda realidad, salir de la burbuja de belleza y frivolidad en la que la sociedad actual vive.
La fotografía puede tener muchos fines, interminables formas de llegar a la gente bien a través de frívolas necesidades, como de automutilamiento; no olvidemos que una imagen llega al subconsciente mucho más rápidamente que una palabra y muchas de ellas han traído cola en determinados asuntos sociales y ciertas enfermedades mentales.
¿Por qué entonces, hacemos la vista gorda con algunas imágenes? ¿Por qué nos desagradan? ¿Por qué nos muestra algo que no queremos ver? ¿Por qué nos muerde la conciencia? ¿O por qué rompen la tranquila rutina de cada uno?
Nachtwey hace de su fotografía una llamada de atención de todos aquellos a los que capta durante un breve segundo, pide al resto del mundo que vean como es la realidad, su realidad.
Particularmente, cuando estás dando los primeros pasos en la fotografía y ves algo así, tan crudo, tan real y tan doloroso, hace que te plantees muchas cosas, incógnitas que tal vez necesiten de algún tiempo para obtener respuesta. Es imposible retirar la vista de la pantalla porque no quieres perderte ni un solo segundo, necesitas oír cada palabra y observar la expresión de ese fotógrafo. Y te das cuenta de cómo los hechos afectan al fotógrafo y éste a su vez, al resto.
La fotografía es un mensaje sin palabras que todo el mundo entiende. Pero, ¿qué es el fotógrafo? Es algo que meramente disparar un botón en una cámara.
“… Es gracias a la desgracia de ésta gente el motivo de mi éxito?...”
Muchas de las fotografías actuales con mayor reconocimiento siempre han ido seguidas de un fuerte impacto social como la toma de Kevin Carter o Nick Ut y necesitan de una gran explicación para que la conciencia moral y ética no tache al fotógrafo de oportunista, el propio Nachtwey menciona la necesidad de aclarar ciertos aspectos.
Lo irónico de la ética en la fotografía es lo relativo de ésta. No importa que esperes horas a ver a un famosillo por la calle o lo pilles infragante en situaciones escandalosas (que no importan a nadie), que jamás será lo mismo si fotografías a un niño con una metralleta o una mujer que muere lapidada en cualquier parte. ¿Y por qué no es lo mismo?
Creo, desde mi punto de vista, por las necesidades de la gente. Las personas no quieren ver nada desagradable en su vida, que les haga carcomerse por dentro y eso, hace que sea mil veces mejor destapar las miserias de un grupo de vividores del cuento. ¿Qué importa si detrás de esa niña había un campamento de
Pienso que el fotógrafo, al igual que la fotografía posee muchas caras, sólo hay que decidir cual de ellas es la que queremos mostrar. No tengo la más mínima idea de qué clase de fotógrafa seré en el futuro, si me agazaparé detrás de un arbusto (espero sinceramente que no), si tendré que pasar horas y horas con una modelo delante o en la sabana africana corriendo delante de un león.
Lo que sí sé, es que después de esto (y de pasarme estos días pensando en el documental) hay algo que si me gustaría: ser capaz de decirme a mí misma lo que soy, lo que obtengo de ello y hasta donde llegaría. No sé con exactitud cuantas veces habré oído decir lo mismo ni hasta que punto no lo había entendido, porque aunque parezca simple ni por asomo lo es. Necesitas que te abran los ojos, que el mensaje te llegue y te retuerzas por dentro, da igual como, si triste o indiferente, si es porque las imágenes escuecen o porque no aguantas los 90 minutos que dura el documental. Y lo cierto, es que te retuerces y no precisamente porque la silla esté dura, sino por las inquietudes que provoca.
“If your Pictures aren’t good enough, you’ve not close enough” Robert Capa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario